REFLEXIONES MENORES SOBRE LA ENTRADA ABIERTA AL PALACIO CERRADO DEL REY.
EDITOR: FRITZ GOTTLIEB AUTOR : APIANO LEÓN DE VALIENTE.
CAPÍTULO 13.
“DEL USO DE UN AZUFRE MADURO PARA LA OBRA DEL ELIXIR”.
ACÁPITE 6.
- Filaleteo nos dice que si él hablara con un profano desconocedor del proceso alquímico y que, además, afirmara que si él poseyera los poderes que brinda el Ars. Regia, haría tales y cuales cosas para socorrer a los menesterosos, y que el Mundo se admiraría.
- Yo –dice Ireneo Filaleteo- le preguntaría ¿Eres tú amigo de un Adepto? (para determinar su habilidad de “caza Alquimistas” toda vez que estaba ante uno de ellos, pero seguramente ese ignaro, después de una breve reflexión me respondería –“Esto es imposible, me habría dado cuenta, vivo tan familiarmente con él (y con todos mis amigos) que lo habría notado.
- Tú sabes que eres un Alquimista, y que eres muy diestro en el disfraz, a fin de ocultar tu condición de tal. ¿Pero no crees que el fisgón pueda tener una pericia tan alta para descubrirte, como tú la tienes para esconderte?
ANÁLISIS.
1.- Aquellos que erróneamente han ponderado sus estados, presumiendo, sin razón, que poseen una profunda espiritualidad, y que harían tal o cual cosa, si poseyeran la Piedra Filosofal, son catalogados por Filaleteo como hombres vulgares, de atrevida arrogancia, que no se han dado cuenta que aún permanecen atrapados en su propia oscuridad, y son esclavos de la tenebrosidad y el desorden, y persisten en soñar que sin esfuerzo podrían hacer la Piedra Filosofal.
Los charlatanes: vendiendo pócimas milagrosas para toda clase de enfermedades, pretendiendo que saben, ocultando su ignorancia en su intrincada palabrería vacía, compleja e incomprensible incluso para ellos mismos.
Aquellos observadores no desarrollados, pretenden estar relacionados con los más excelsos Alquimistas, y ser conocedores de este Ars. Regia, usando, para ese efecto, un lenguaje extraño, altisonante y vacuo, carente de la penetrabilidad necesaria para conocer lo que desconocen.
Pueden, estos ignorantes, convivir con un Adepto y, a pesar de sus ojos de Argos, jamás distinguirán intuicionalmente, que es un Alquimista. En sus deducciones sólo se fundamentan en hechos visibles que pueden catalogar como diestros fisgones que son.
2.- Filaleteo le pregunta a uno de estos espías: -“¿Eres amigo de un Adepto?” y el fisgón contesta: – No, Imposible, Me habría dado cuenta.
La atrevida arrogancia del profano, que lo sitúa en un falso pedestal, no le permite advertir, a primera vista, el abismo de diferencias que le separan de un Adepto, ni todas aquellas facetas más sutiles y afinadas, como ocurre en el desarrollo del proceso alquímico ni menos captar la sobrehumana adhesión que el Adepto tiene con su sagrada labor.
Por otra parte, el Alquimista, no tiene, en un principio, la plena capacidad de calibrar los complejos cambios producidos en su Vaso y contenido, y debe quedarse entregado a la información que, sobre ese punto, le proporcione un Adepto, de mayor grado lumínico, quien lo deduce de los movimientos y acciones del Alkahest, quien es quien dirige todo proceso alquímico.
El Alquimista debe ser invisible. Nada de su vida y figura tiene que demostrar a los profanos, eso se afinca en un infantil egotismo, ajeno al magisterio.
Asimismo debe estimar con respeto a las personas, cualquiera que sea el nivel de desarrollo alcanzado por ellas.
3.- Finalmente, Ireneo advierte a los Alquimistas diciéndoles que si bien son muy conocedores de disfraces, gestos y ademanes para permanecer ocultos, también puede haber terceros que tengan la misma perspicacia para descubrirlos y denunciarlos.